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PREFIERO CONTRAER CORONAVIRUS A VOLVER A VER “EL VIRUS DE LA ACTITUD”

Ensayo sobre un video de política organizacional de los 80 que me hizo muy miserable.

            Tiendo a sentir resquemores ante las ideas del socialismo porque vivo en Venezuela, un país destruido por la mala praxis de estas, pero el cortometraje “El Virus de la Actitud” me hace empatizar seriamente con el sentimiento de que el sistema de producción capitalista es deshumanizante.

            No me parece correcto afirmar que es explotador, pues es un término relativo que depende de la capacidad del individuo para resistir, y es bastante situacional. Pero no ocurre lo mismo con el adjetivo “deshumanizante”, pues es algo inherente a la naturaleza misma del sistema, y el video que debemos analizar para la actividad es testamento a mi punto.

            La preocupación por brechas generacionales, por problemas emocionales o personales, por malas actitudes o conductas tóxicas, es sólo relevante mientras afecten la productividad de la empresa. Es decir, estamos poniendo a la organización por delante de los trabajadores, al dinero por encima de la humanidad.

            Es cierto que pudiese decirse que el crecimiento de la empresa conduce al crecimiento de sus trabajadores, pero esto ocurre tan raramente que es un argumento inútil, sesgado e ilusorio, nada más que una mentira que los participantes del sistema optan por decirse a sí mismos para no ver que todo el producto directo de su trabajo lleva a la realización de las ilusiones de otras personas que antes de considerarlos como personas, los consideran como herramientas de hacer dinero.

            El narrador del cortometraje plantea de forma cínica y sociópata que se deben atender los problemas de los colegas sólo cuando estos afecten la productividad. Va tan lejos como para sugerir que “se debe criticar el comportamiento, no la personalidad”, y es allí donde se ve el razonamiento real del pensamiento organizacional que lleva a la realización de una pieza como “El Virus de la Actitud”, el que no nos importa el estado emocional o mental de una persona, que es lo que sabemos que conforma a la personalidad, sino el cómo lo manifieste, es decir, el darnos cuenta.

            Existe una cultura en el mundo en la que no existe el virus de la actitud, porque culturalmente están diseñados para autocorregirlo cada vez que lo ven en sí mismos como individuos: la japonesa.

            En Japón la cultura de trabajo es tan fuerte que pasar la noche durmiendo en la oficina no es una ocurrencia rara. Es también el país con la cantidad de suicidios más grande del mundo, y uno de los índices de natalidad más bajos. Es decir, es un país donde la gente está tan centrada en la productividad y en el pensamiento organizacional, que literalmente los está matando. No pude ocultar mi molestia al leer en Infobae el titular: “Cayó un 20% la tasa de suicidios en Japón debido a que el confinamiento limitó algunos de los factores de estrés”, como si fuera algo de lo qué sorprenderse. Obviamente al dejar de pensar como una máquina de productividad vas a tener más ganas de vivir, y si estuviera en manos de un gerente fascinado con el “El Virus de la Actitud”, su empresa podría volverse un pequeño reflejo de la sociedad nipona sin que sudase por ver infelices a la fuente de sus ingresos.

            Pese a que evidentemente me disgustó el cortometraje, sí hubo una parte que disfruté. La historia del trabajador veterano que tenía problemas para adaptarse a una nueva dinámica de trabajo, que decidió cambiar su actuar cuando vio que les causaba molestia a sus amigos que no formase parte del cambio. Fue el único momento de genuino calor humano en todo el universo presentado por el filme, la voluntad de no quedarse atrás, no por querer ser más productivo, sino por cariño y respeto a los colegas y amigos.

            Es una linda metáfora para lo que representa el video en sí: una filosofía obsoleta que obstaculiza el avance de la sociedad. Estamos viendo en 2020 un video producido en el año 1989, esforzándonos por conectar con una generación que, al no saber manejar bien las emociones, debían ser referidas a videos institucionales como este para poder dar pie a conversaciones humanas.

            Actualmente vivimos en una época en la que, pese a que los intereses comerciales siguen en el horizonte, en el primer mundo se presta más atención al bienestar de los trabajadores que a la empresa, pues aun cuando se presenta un problema de actitud en el entorno laboral, la intención al solucionarlo no es “aumentar la productividad”, sino ayudar a un ser humano, como debería ser.

            El filósofo alemán Immanuel Kant proponía como una de las bases de su código ético lo siguiente: “Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio”.

            Es decir, valorar la humanidad no como una herramienta para conseguir algo, sino como algo con valor intrínseco que se debe proteger.

            Creo que “El virus de la actitud” debería actualizar su filosofía, no con base en la productividad, sino en su humanidad.

Prefiero contraer coronavirus a volver a ver "El virus de la actitud": Texto
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